Por Fran Extremera
Un total de 16 municipios de la Serranía de Ronda, 15 de la Axarquía, junto a Tolox y Carratraca, en el Guadalhorce, e Istán, en la costa, siguen sin contagios. Todos tienen en común el ancestral encalado que baña sus vivienda
Encalan estos días en Benaoján o Canillas de Albaida
¿Qué tienen en común muchos de los pequeños pueblos del interior de Andalucía que han permanecido libres de contagios durante los dos últimos meses? En medio de la tercera oleada por efecto de un coronavirus, la primera proclamada como pandemia en el planeta, no son pocos los analistas a la caza de parámetros comunes en la búsqueda de remedios contra el mal que asola a prácticamente a la totalidad de las naciones.
Sabemos que los contagios son más frecuentes en las grandes urbes turísticas, puertas de entrada de millones de visitantes cada año. Que en las áreas rurales, en esa España vaciada de la que tanto se habló durante el último año, la incidencia es menos probable por un asunto estrictamente demográfico. Pero en los análisis de reputados expertos en estadística salen a relucir parámetros como el uso de la cal para el mantenimiento de las viviendas. En los pueblos blancos de la provincia malagueña, precisamente, la enfermedad del Covid-19 no ha entrado como sí ocurrió en otras comarcas españolas incluso menos pobladas.
Así lo señala el alcalde de Canillas de Albaida, Jorge Martín: «En este pueblo de la Axarquía tenemos la constancia de que la cal ya se utilizaba como antiséptico y desinfectante desde los romanos. Uno de los monumentos que tenemos de esa época es el puente romano construido sobre nuestra calzada. Está elaborado con piedra, arena y cal. Los romanos utilizaban la cal especialmente cuando había pandemias, como la que ahora tenemos. Y también se usaba para cubrir los cadáveres, en un formato de polvo. Cuando fallecía alguien se cubría el cuerpo con cal para que no salieran los virus y gérmenes a la superficie», relata.
Canillas de Albaida es un municipio localizado a las faldas de La Maroma, cumbre de más de 2.000 metros de altitud que presume de ser la cota más alta de la provincia.
Es uno de los 15 pueblos de la comarca de la Axarquía en los que en más de 60 días de confinamiento no se ha registrado un solo caso de coronavirus. Son casi la mitad de los municipios de esta parte de la provincia. Tampoco hay positivos confirmados en Alfarnatejo, Árchez, Canillas de Aceituno, Comares, Cómpeta, Cútar, El Borge, Iznate, La Viñuela, Macharaviaya, Salares, Sayalonga, Sedella y Totalán. Son localidades que no sobre pasan los 4.000 habitantes y que se hallan en la mayoría de los casos en las inmediaciones de las sierras Tejeda o Almijara.
La lista provincia de pueblos sin la enfermedad se eleva en la actualidad a 34. Hay que añadir Istán, en la Costa del Sol más occidental, y, en el Valle del Guadalhorce, Carratraca y Tolox. Pero también a los 16 municipios de la Serranía de Ronda. En esta parte de la provincia es mayoría el número de pueblos sin incidencia del Covid-19. Porque la totalidad de localidades del distrito sanitario se eleva a 25.
Permanecen con el contador de casos a cero Alpandeire, Atajate, Benadalid, Benaoján, Benarrabá, Cartajima, Faraján, Gaucín, Jimera de Líbar, Jubrique, Júzcar, Montecorto, Montejaque, Parauta, Pujerra y Serrato. La alcaldesa de Beanoján, Soraya García, incide en que precisamente en estas fechas se trabaja en el encalado tradicional de distintos edificios que poseen titularidad municipal.
La tradición dicta que en época estival es justo cuando más de trabaja en el acondicionamiento de muros tanto interiores como exteriores, puesto que la cal es un elemento que no sólo contribuye a rechazar los rayos solares y mantener las viviendas con mejores temperaturas en verano, sino que también se erige en antiséptico justo de puertas adentro, como manifiesta Antonio García, propietario de uno de los alojamientos turísticos de Júzcar.
En estas mismas páginas, el arquitecto malagueño Álvaro Carrillo aludía en una entrevista a «que ninguna estética es inocente». Así subrayaba que el color blanco de los pueblos de nuestra tierra, tan fotografiados y apreciados lejos de nuestras fronteras, responde a la cal, elemento constructivo cuyo sentido es el de reflejar el calor y dejar transpirar a los muros, además de cumplir una función antiséptica en verano. Esto ha llamado la atención fuera de nuestras fronteras. Para muchos, posiblemente, sea algo extravagante.
Costumbre tras la vendimia
En eses afán ancestral por mantener a salvo de virus y de bacterias las viviendas, no menos común en localidades con pasado vitivinícola de la provincia era la necesidad de adecentar las estancias después de la recogida de la uva. Justo en el mes de septiembre, coincidiendo con la festividad de las Candelarias que se mantiene en muchos pueblos axárquicos, las familias apuraban el verano para hacer limpieza y repintar fachadas y habitaciones en sus cortijos.
Con el cubo con cal y brocha en mano, los pueblos recuperaban al máximo el encalado tan característico, es que para muchos le alejó de las peores gripes tanto en el siglo XIX como a principios del XX, durante la mal llamada «gripe española». Recuerdan algunos munícipes que ciertos muros han llegado a acumular varios centímetros de grosor con la repetida acumulación de la cal. Otros regidores se refieren asimismo a las propiedades de la cal en sus distintos formatos, desde cal viva a cal hidratada, como productos alcalinos de los más efectivos y de menor coste en el tratamiento de aguas de consumo, así como aguas residuales y de lodos.
Y como certifican las empresas del sector, la mayoría de las remesas que preparan se destinan precisamente a poder mejorar la calidad del agua que consumimos las personas o se utilizan en la industria. La cal permite ablandar el agua, purificarla, e incluso eliminar su turbiedad, neutralizar la acidez o eliminar impurezas. Asimismo resulta efectiva para eliminar la sílice del agua.
No resulta por lo tanto casual en vías de luchar con todas las armas contra le coronavirus, que en una de las factorías de cal sevillanas, la situada en Morón de la Frontera, se haya donado por donar «pintura a la base de cal» para blanquear las estancias comunes de residencias de ancianos donde la pandemia, lamentablemente, ha tenido una máxima incidencia.
Esta cal está presente donde hay que matar gérmenes. Los pintores de brocha lo sabemos de antiguo. Y hasta en plantas depuradoras se usa, alega el rondeño Andrés Jiménez.